Las olas de calor son cada vez más frecuentes, intensas y prolongadas. La exposición extensa a las altas temperaturas, la actividad física exigente a la intemperie o las enfermedades de base pueden agravar sus consecuencias, incluso, hasta la muerte.
El golpe de calor es el trastorno que sufre nuestro cuerpo al encontrarse expuesto por un tiempo prolongado a altas temperaturas o por realizar esfuerzos físicos existentes en un ambiente sofocante. Una persona puede sufrir un golpe de calor cuando la temperatura del ambiente supera la del cuerpo, es decir, desde 36-37 grados Celsius.
“El aumento de la temperatura ambiental puede afectar la salud y causar la muerte durante una ola de calor. Sus efectos impactan a los seres humanos y los sistemas naturales”, afirma la Organización Panamericana de la Salud (OPS) ante estos eventos climáticos extremos que son cada vez más frecuentes, prolongados e intensos en el mundo.
A través del texto “Ola de calor y medidas a tomar”, la OPS publica que, como respuesta al calor extremo, nuestro cuerpo “aumenta la temperatura basal y la reacción del centro termorregulador que ocasiona un masivo flujo de sangre a la periferia y sudor. Ambos mecanismos pueden sobrecargar el sistema cardiovascular y generar deshidratación con pérdida de líquidos y electrolitos”.
Estas alteraciones se presentan con mayor facilidad en quienes presentan condiciones de vulnerabilidad física. “Se consideran personas en riesgo, especialmente, a niños y ancianos, gente obesa, individuos sanos que ejecutan actividad física a la intemperie, personas con enfermedades crónicas (cardiopulmonares, renales, psiquiátricas), quienes reciben medicación (anticolinérgicos, antihipertensivos, diuréticos) y/o usan drogas”, detalla el organismo dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La actividad prolongada al calor extremo y, especialmente, bajo el sol puede generar los siguientes síntomas:
Si usted se encuentra con una persona que sufre los síntomas antes detallados, lo primero que debe hacer es buscar ayuda médica con urgencia.
Mientras esta llega, “desplace a la persona a un lugar fresco. Colóquela en posición horizontal y eleve las piernas y las caderas. Retire la ropa e inicie el enfriamiento externo, por ejemplo, colocando compresas frías en el cuello, las axilas y la ingle, abanicando continuamente y rociando la piel con agua a una temperatura entre 25 °C y 30 °C. Mida la temperatura corporal. No le dé ácido acetilsalicílico ni paracetamol”, recomienda la OMS.
Lo importante es evitar exponerse a las temperaturas extremas, porque las olas de calor, así como las de frío, son cada vez más frecuentas, intensas y prolongadas en el mundo.