Tras una ceremonia de poco más de una hora en la Abadía de Westminster, Carlos III se posicionó en la "silla de Eduardo", en la cual se sientan los reyes sólo una vez en la vida, y fue investido con una serie de símbolos e insignias solemnes: las espuelas, la espada, el cetro y el orbe. Tras esto, recibió su corona con la que se transformó oficialmente en rey de Inglaterra.