Ramón Castillo recurría a una serie de etapas en las que, entre otras cosas, convencía y persuadía a los integrantes de su secta. Incluso, los hacía creer que tenían dos almas.
Un comisario de la Policía de Investigaciones (PDI) explicó cómo Antares de la Luz logró convencer a sus seguidores sobre el supuesto fin del mundo, cumpliendo una serie de etapas con las que logró su objetivo.
Recientemente, la secta de Colliguay volvió a ser noticia tras el estreno del documental Antares de la Luz: La secta del fin del mundo en una plataforma de streaming, en el que ex integrantes compartieron detalles de su experiencia.
Ramón Castillo, nombre real de Antares de la Luz, tenía estudios universitarios de música y pasó varios años haciendo talleres de sanación, contó el comisario Cristián Jiménez Quijada, sicólogo forense del Instituto de Criminología (Inscrim) de la PDI a LUN.
"No formó la agrupación de un día para otro y tampoco les transmitió ese mensaje del supuesto fin del mundo en un primer momento", aclaró.
"Fue un proceso de unos dos años lo que demoró en manipular la voluntad de los seguidores, quebrarlos y reducir al mínimo el pensamiento crítico de las siete personas que fueron condenadas", continuó.
En esa línea, explicó que Castillo actuó por etapas con sus seguidores: "Usó todas las etapas de conformación de sectas que están descritas en estudios, que son la persuasión, la conversción y el adoctrinamiento. Y la persuasión tiene una subetapa que se llama seducción".
Sobre los talleres de sanación que impartía Antares de la Luz, el comisario de la PDI comentó que "las personas asistentes veían algo llamativo en él. Las seducía con su labia y con su discurso".
"Al comienzo hacía talleres reducidos, después organizaba retiros, hasta que finalmente formó una comunidad. La gente llegaba a él porque pegaba afiches en universidades", relató.
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En dichas instancias, las personas "tenían inquietud por buscar explicaciones de las cosas". "Los adeptos a las sectas, en generla, tienen carencias o eventos críticos en sus vidas que los hacen buscar cosas nuevas", añadió.
"Son personas inteligentes, con un nivel de vida que les permite cuestionarse cosas y buscar explicaciones de la vida y la muerte. Al comienzo era eso. No podía decirles que se acercaba el supuesto fin del mundo porque la gente podía salir corriendo", precisó.
"Eso lo hizo cuando logró rellenar sus carencias", aclaró.
En la etapa de persuasión, Castillo "instauró en sus seguidores una necesidad de cambio. En esa instancia los integrantes del grupo cambiaron sus nombres y los designó como ángeles o arcángeles".
"Castillo logró que sus seguidores creyeran en un mundo dicotómico, donde solo existía el bien y el mal. Ellos eran el bien y los otros el mal", explicó Jiménez.
Así, contó el comisario, en la segunda etapa de conversión "los miembros de la sectas son personas que necesitan encontrar un sentido de pertenencia o identidad (...) Castillo los hacía sentir importantes y únicos. Decía que todos tenían dos almas".
A través de técnicas de persuasión coercitiva, Castillo lograba que "los otros pensaran e hiciera lo que él quería".
Finalmente, en el adoctrinamiento "se consolida la identidad nueva. El adoctrinado es capaz de salir y reclutar porque pasó por las etapas previas. Es un fiel seguidor y mantiene al líder".
"Desde la sociología podemos decir que hay una estructura piramidal: Castillo era la cabeza y le seguían Pablo Undurraga y Natalia Guerra, madre de su hijo asesinado en un ritual de la secta", detalló.