“¿Quién mató a Anna Cook?” es la pregunta que fue proyectada en la Torre Telefónica el 8M. Su rostro aparece en panfletos y la interrogante está rayada en los muros de Santiago. Su mamá, Kattia González, presentó una querella en enero de 2020 contra Raúl Azócar, el arrendador que la llevó al hospital antes de morir, y todo aquel que resulte responsable de su muerte. A tres años de su deceso, Kattia, la abogada Lily Candia y activistas precisan las aristas de este complicado caso.
A las 14:22 horas del 2 de agosto de 2017, Ana Villarroel, más conocida como Anna Cook, fue ingresada sin signos vitales al Hospital del Salvador, en Providencia.
La DJ de 26 años fue registrada como NN. Raúl Azócar, quien le arrendaba una pieza y la llevó al hospital, ingresó a la joven como “Anna Cook”. Según explicó después, lo hizo porque “de buena fe pensé que ese era su nombre”.
El médico que atendió a Anna prestó declaración y comentó que “El Gato” -como llaman a Raúl- señaló “que la paciente tenía antecedentes de epilepsia, consumo de drogas, entre ellas cocaína, y depresión. Dice que la encontró comprometida de conciencia”.
Kattia González, su madre, la vio con vida por última vez el lunes 31 de julio de 2017. Cuando volvió a encontrarse con ella, su cuerpo yacía sin vida sobre la camilla del hospital.
Kattia llegó al recinto hospitalario tras recibir un llamado telefónico de Urgencias, pero sin saber que Anna estaba muerta. Cuando se lo comunicaron, se descompuso. “Me acerqué a la camilla, corrí la sábana y la vi a ella, casi me desmayé”, relata a CHV Noticias.
Un moretón en el cuello contrastaba con su piel pálida.
La madre tuvo que esperar en la calle, hasta cerca de las 19:30 horas, la llegada de la Policía de Investigaciones (PDI) para declarar y que así el cuerpo de su hija fuera trasladado al Servicio Médico Legal (SML) para realizarle una autopsia. La primera de ellas, cuyos resultados fueron emitidos en enero de 2018, indicaba que Anna había muerto por un paro cardiorrespiratorio. Tenía múltiples fracturas en las costillas, además de cabezas de espermatozoides y fluido seminal en la boca.
“Cuando me dijeron ‘espermatozoides en la boca’ yo caché al tiro y dije 'no, imposible, porque mi hija era lesbiana'”, dice Kattia.
Lee también: “Legítima defensa no es delito”: El caso de Sara, la mujer que mató a su agresorKattia decidió hacer públicas sus sospechas sobre la muerte de su hija en septiembre de 2019 con una publicación en Facebook. Varios medios y agrupaciones feministas hicieron eco de su denuncia, en la que exponía una serie de documentos que ilustraban lo que, a su juicio, son incongruencias.
Anna había pasado la noche anterior a su muerte en la casa de Providencia donde arrendaba una pieza hace cerca de un año. Había hecho una pequeña junta con sus amigos Andrea, Simón, Arantxa y Viena. A eso de las 10 u 11 de la noche, Kattia llamó a su hija, como era costumbre. Anna le dijo que estaba bien, haciendo música con amigos “piola” en la casa.
Andrea declaró haberse ido entre las 00:00 y las 01:00 horas, mientras que el resto dijo haberse ido a las 02:00. Anna quería dormir temprano. Se estaba preparando para partir el día siguiente a Angol, donde se iba a presentar en vivo junto a su amigo Magno Saavedra el 4 de agosto.
Afiche del evento que tenía programado Anna Cook para el 4 de agostoEn una habitación del segundo piso estaba Raúl Azócar con el fotógrafo de modas Matías Troncoso, conocido también por ser uno de los niños dados en adopción ilegalmente por parte del doctor Gustavo Monckeberg y el sacerdote Gerardo Joannon, y por una denuncia realizada en 2018 por su ex pareja, la modelo María Jesús Ossa, por violencia física, psicológica y sexual.
Esa noche, Azócar publicó y luego borró un video en Facebook que mostraba que ambos estaban en su casa.
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Sus amigos afirmaron que esa noche Raúl entró a la pieza de Anna para presentarle a Matías. Raúl, sin embargo, tardó en reconocer la presencia de su amigo en su casa.
Uno de los documentos difundidos por la madre de Anna muestra parte del interrogatorio al que fue sometido. “Recuerdo que estaba en mi estudio solo, no tengo el recuerdo de haber estado con alguien más”, declaró. Lo negó dos veces más y, al comentarle que los testigos decían haber visto a un tercero, respondió: “ahora sí lo recuerdo, es Matías Troncoso”.
Azócar recordó que Matías, quien vivía cerca de su casa, pasó a visitarlo: “es muy probable que haya traído una botella de vino”, comentó. Contó que fumaron marihuana en su estudio y que como su amigo también era músico, le dijo que le presentaría a Anna. “Él se vio interesado en la música, la composición musical. Luego volvimos a mi estudio, seguimos charlando, se debe haber ido cerca de las 00:30, yo lo fui a dejar a la puerta”, aseguró.
Lee también: El entramado del caso Alice Meyer que quedó sin resolver tras el suicidio de Mario SantanderA las 5:00 AM, la mamá recibió crípticos mensajes de WhatsApp desde el celular de Anna. “O son ellos o soy yo” y “alguno tiene que morir”, decían. Para Kattia, “no significa que haya sido ella, porque su celular con la pura huella digital lo podías abrir”.
Raúl afirmó que tenía una cita al dentista en Las Condes a las 7:30 AM. Dijo que se despertó a eso de las 6:00 y que estuvo hartas horas en la clínica, que regresó a la casa, intentó despertar a Anna, pero no respondía a los estímulos. Sostuvo que fue entonces cuando envolvió su cuerpo en una manta y la subió a un taxi. La manta, explicaría después, se quedó al interior del vehículo.
La declaración del médico que recibió a Anna establece que “en general los hechos que llamaron la atención fueron la equimosis cervical y el hecho de que el acompañante que decía ser su compañero de pieza no sabía el apellido de la paciente”.
Por su parte, Kattia afirma que “el día anterior no más ella (Anna) le había hecho una boleta a Raúl porque le hacía trabajos de diseño gráfico. Ahí en la boleta estaban todos los datos de ella”.
La equimosis o lesión subcutánea -que Kattia notó cuando vio su cuerpo en el Hospital del Salvador- tenía un tamaño de 15x15 centímetros. Al tiempo después, el perito criminalista Jaime Brieba prestó asesoría a la familia redactando un informe criminalístico para acompañar la querella impuesta por Lily Candia, abogada que lleva el caso. “Él se dio cuenta que el SML sólo describe un lado del cuerpo y el otro lado no. Justo el lado de la equimosis no lo describieron”, cuenta Kattia.
La autopsia indicaba que Anna presentaba fracturas de la 2° costilla hasta la 5° en el lado derecho. En el lado izquierdo tenía fracturas en la 3°, 4° y 5° costilla. El informe no afirma ni descarta que estas hayan sido producidas en la reanimación realizada en el recinto médico.
Kattia niega que Anna haya tenido antecedentes de epilepsia o de depresión, como afirmó su arrendador al llevarla al hospital.
Para Candia,“es raro que sus amigos hablen de un intento de suicidio si ella tenía tantos planes”. También le parece “raro que si alguien quiere suicidarse, ese mismo día cambie su preferencia sexual. Además, Anna tenía un tema con estar desnuda”. La muestra de esperma que fue extraída de la boca de Anna fue comparada con muestras de Simón, Magno y Raúl. La muestra se agotó en la pericia y los resultados no arrojaron coincidencias. “Llamaron a gente nada que ver. Nunca llamaron a Matías Troncoso, que también estuvo esa noche, y llamaron al Magno, que nunca estuvo esa noche. No estaba ni en Santiago él”, señala Kattia.La abogada explica a este medio que, según el protocolo, cuando llegan personas fallecidas en condiciones extrañas, sobre todo mujeres y niños, el SML tiene “la obligación de hacerles una autopsia más específica, donde se toman más muestras de todos los orificios de la persona, y aquí se hizo una autopsia completamente normal. Se le tomó solamente un cotonito en el espacio bucal”.
Lee también: Recordar para no repetir: 5 emblemáticos casos de violencia de género (2010-2019)Un segundo informe del SML fue entregado por la segunda fiscal asignada al caso, Mitzy Henríquez, a Kattia en octubre de 2019. Los peritajes arrojaron positivo para marihuana, cocaína, zopiclona y alcohol, mezcla que podría resultar letal y causar una sobredosis.
El informe determinó también que sólo se encontró perfil genético de sexo femenino “que puede corresponder al perfil de la víctima”.
Tras los cuestionamientos recibidos en redes sociales, Azócar se refirió al caso mediante un comunicado en noviembre de ese año, rechazando cualquier acusación en su contra, ya sea como autor, cómplice o encubridor “de todo delito irresponsablemente teorizado”. Advirtió que emprendería acciones judiciales contra quienes afecten su “seguridad personal, honra y/o dignidad”.
En enero de 2020, Kattia y su abogada presentaron una querella en contra de Raúl Azócar y de todos quienes resulten responsables de la muerte de su hija. Con dicha acción, la causa ya no puede cerrarse hasta realizarse las respectivas diligencias. Hoy el caso lo lleva una tercera fiscal, Glenis Sánchez, de la Fiscalía Local de Ñuñoa-Providencia.
"Anna nació el 5 de abril de 1991 y desde muy pequeña ella expresó una identidad de género diferente. Ella siempre fue más masculina, siempre fue rebelde, irreverente y controversial. Se vino a Santiago a los 16 años y era una persona muy sociable, muy inteligente, tenía un humor negro demasiado avanzado para su época y rápido. Creo que ella adonde fuera brillaba y no tan sólo era una DJ, ella también compuso música de otras áreas. Ella era seca en la universidad, era una persona multifacética”.
Así describe Javiera Ponce de León, de la agrupación Visibles, a Ana María Villarroel González. Ambas se hicieron amigas en la adolescencia. Recuerda que a los 16 años ya se identificaban como lesbianas e iban a pasar el tiempo al Parque Forestal.
“Con la Anna nos presentó un amigo justo la primera semana que ella vive en Santiago. Nos llevamos muy bien y fue la primera vez que nos escapamos de nuestras casas. No nos habían dado permiso para carretear a ninguna de las dos y decidimos salir igual, nos fuimos sin permiso a carretear a la casa de una amiga y fue la mamá de Anna, junto con mi mamá, a buscarnos como a las 5 de la mañana porque estaban enojadas con nosotras. Ahí empezamos a ser amigas hasta grandes”, relata entre risas.
Aunque hacia el final se alejaron porque habitaban distintos ambientes, Javiera quiere que quienes protestan por su amiga sepan quién era: “cuando se la recuerda a ella, se la recuerda como la DJ asesinada, pero también era una muy buena amiga, muy sensible y se reía del sistema patriarcal”.
Anna nació en Arica y estuvo allá hasta que su abuela falleció de cáncer, momento en que se vino a Santiago con su mamá. Kattia la recuerda como una chica regalona y apasionada por la música.
Estudió Diseño Gráfico en la Uniacc y cuando terminó la carrera se fue por un año a Alemania. Cuando volvió a Chile quiso independizarse y comenzó a arrendar la pieza en la que fue encontrada antes de su muerte.
Los problemas de discriminación siempre estuvieron presentes. “Me contaba que a veces estaba con las amigas y se iban a carretear, se iban a fumar sus pitos al Parque Forestal, porque estaba justo en ese período de los pokemones. Llegaban los carabineros y las insultaban por ser lesbianas, y un montón de garabatos”, relata su madre.
“Era mi única hija. Yo creo que ese fue el error de ellos, que creían que yo no sabía nada de ella, pero siempre me contaba todo y sabíamos todo, de hecho, yo sabía hasta la clave del celular. Ese nivel de confianza. Le conocí pololas también”, dice.
Nicole Rojas, encargada del área de investigación de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, recuerda que en el caso de Nicole Saavedra -la joven lesbiana asesinada en 2016 en Limache- hubo tres veces cambio de fiscal. “En el caso de Anna Cook hay componentes muy similares y muy transversales a todos los otros crímenes de lesbo-odio que hemos ido documentando. Han pasado un montón de aspectos tanto de peritajes, de temas judiciales, que no son nuevos para las lesbofeministas, lamentablemente”, afirma.
Rojas explica que en la sociedad existe un imaginario de la lesbiana que tiene por un lado a la “lesbiana pornográfica, de consumo masculino”, y en otro extremo a la “lesbiana monstruo, que no es el cuerpo deseable para el sistema”.
“No es casual que las mujeres lesbianas agredidas tengan una identidad de género disidente, que sea como se entiende culturalmente con una apariencia mucho más masculinizada, con una expresión de género masculina, que es lo que denominamos como 'la camiona’”, señala. Tal fue el caso de Carolina Torres, la joven que fue golpeada en Pudahuel el 14 de febrero de 2019, cuando caminaba de la mano de su polola.
El estudio Ser Lesbiana en Chile, realizado por la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, arrojó que más del 70% de las encuestadas han sido acosadas en la calle debido a su orientación sexual.
Las lesbianas también están expuestas a convertirse en víctimas de “violaciones correctivas”, en las que un hombre, incluso un familiar, “viola en esa lógica de que ese hombre tiene un pene mágico que la va a convertir a la heterosexualidad”, indica Rojas.
Lee también: La lucha de la familia de Nicole Saavedra, la joven lesbiana asesinada en 2016Al igual que Rojas, Javiera Obando pone el énfasis en los cambios de fiscales que se realizaron en el marco de la investigación del crimen de Nicole Saavedra. Obando participa en el movimiento Justicia para Nicole Saavedra, quienes en junio de 2019 se tomaron la Fiscalía de Quillota para pedir que se agilizaran las diligencias. Cinco activistas se mantienen con firma mensual por ese episodio, pese a que el 18 de diciembre se cumplieron los 180 días de investigación dispuestos por la magistrada.
"Nosotras tenemos que criminalizarnos, tenemos que tomarnos una fiscalía para que recién nos pesquen. La familia y activistas por Anna Cook se están preguntando si acaso tenemos que hacer lo mismo. ¿También tenemos que encadenarnos a una fiscalía? Porque los panfletos o los gritos en la calle no sirven para que haya una investigación adecuada", plantea.
Para el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, varias manifestantes portaban panfletos pidiendo justicia para Anna. Lo que quebró a Kattia fue ver el rostro de su hija proyectado en la Torre Telefónica junto a las palabras “¿Quién mató a Anna Cook?”. Cuando lo recuerda, aún se emociona.
Kattia se refiere con especial agradecimiento a las activistas lesbofeministas. “Las chicas son apañadoras, se pasaron, me han ayudado un montón, pegan fotos, rayan las calles. El día del 8 de marzo estuvieron ahí, siempre ofreciendo ayuda”.
Ahora que se cumplen tres años desde la muerte de Anna, su nombre ha vuelto a sonar con fuerza en las redes sociales. Haciendo eco de la “Alerta Morada por Antonia Barra”, algunas usuarias de Instagram han cambiado su foto de perfil por una “Alerta Morada por Anna Cook”.
El “tocan a una, respondemos todas” también se ha levantado como consigna tras la formalización de Martín Pradenas, audiencia durante la cual se registraron cerca de un millón de conexiones. Obando sabe que “no hay que hacer competir muertos”, pero reclama que “el ‘todas’ no siempre incluye a las disidencias, no incluye a las lesbianas, no incluye a las trans, entonces es un trabajo que vamos a tener que seguir haciendo, a menos que haya un cambio grande”.
Kattia González dice que está “desilusionada de la justicia”. Siente que nunca la habían “humillado tanto”.
Lily Candia, su abogada, explica que cuando la causa llegó a ella ya habían pasado dos años: “se hizo mal desde el principio, entonces ya es muy difícil acceder a la pena máxima. Inclusive si alguna de las partes confesara, la confesión no es el medio de prueba idóneo suficiente para condenar a la persona, se requiere igual de pruebas fehacientes y sin eso baja el rango de la pena”.
La fiscal Glenis Sánchez afirma que tras el ingreso de la querella en contra de Azócar ya fueron instruidas una serie de diligencias, como tomar declaraciones a 12 testigos y conseguir precisiones tanto de funcionarios policiales como de peritos. Además, se despachó una instrucción por parte de la Fiscalía de Cibercrimen para oficiar a Google y así poder obtener “todo lo que diga relación con la cuenta de Facebook asociada a la víctima y establecer qué fue lo último que esta escribió, desde qué número de IP se realizó y cualquier información que pueda ser relevante”.
Aunque reconoce que con los obstáculos de la pandemia la causa avanza lento, Kattia mantiene sus esperanzas de ver a quienes cree que son los responsables de la muerte de su hija tras las rejas.
“Yo me imagino quiénes son, yo sé quiénes son, en el fondo, y no voy a parar, aunque sea lo último que haga, no voy a parar. Aunque me amenacen, me amedrenten, se hagan Facebook falsos insultando o vengan a golpear a las 3:00 AM a la puerta de mi casa a gritarme; yo no les tengo miedo y no me van a amedrentar, voy a seguir luchando”, culmina.