Si bien el mangaka nipón ha pasado muchísimos años ideando naves voladoras y aviones para sus películas, en la vida real su lealtad siempre estuvo sobre cuatro ruedas.
Domingo 9 de febrero de 2025 | 18:42
Si hay algo que distingue a Hayao Miyazaki, además de su genialidad en la animación, es su fascinación por las aeronaves.
A lo largo de su carrera, el director japonés ha demostrado su amor por la aviación con películas como Porco Rosso (1992) y El viento se levanta (2013), dos obras maestras de Studio Ghibli.
Sin embargo, hay una máquina que voló mucho más bajo, pero que conquistó su corazón por más de medio siglo: Su automóvil.
Se trata de un Citroën 2CV, un modesto y carismático vehículo francés que, más allá de ser un simple medio de transporte, se convirtió en un compañero de vida.
Miyazaki adquirió su 2CV en 1960, cuando aún era estudiante. Era un modelo de segunda mano importado desde el Reino Unido, el cual decidió pintar de amarillo.
Desde entonces, el auto lo acompañó durante décadas, enfrentando juntos los caóticos caminos de Japón y forjando un vínculo tan especial que decidió plasmarlo en un manga: La historia del 2CV de Hayao Miyazaki.
“Me encanta este coche”, sostuvo en una entrevista concedida a la NHK en septiembre de 2014, recogido por Autoweek.
“Con él, tiemblo de frío en invierno y me muero de calor en verano. Está en osmosis perfecta con mi naturaleza y con el taller instalado en lo profundo de un bosque”, complementó.
El cariño de Miyazaki por su 2CV no solo quedó plasmado en palabras y dibujos, sino también en su cine. En El Castillo de Cagliostro (1979), su primer largometraje, incluyó un Citroën 2CV en una de las persecuciones más memorables de la saga de Lupin III.
Actualmente, el Citroën 2CV de Hayao Miyazaki se encuentra expuesto en el Parque Ghibli, donde los fanáticos del estudio pueden admirar el vehículo que tanto significó para el maestro de la animación
Si bien Miyazaki ha pasado su vida imaginando naves voladoras y diseñando aviones para sus películas, en la vida real su lealtad siempre estuvo sobre cuatro ruedas.